jueves, 1 de abril de 2010

ANDADOR

El cencerro taye lerdo
al tranco de la “gatiada”
y de mi época pasada
entablo cada ricuerdo;
tiempo aquel, del que no pierdo
el ranchito ande nací
y a trabajar apriendí
y ande templé’l lao izquierdo.

Canta el cencerro su sino
de musical armonía
y a mi se me antoja el día
que salí a’ndar el camino,
detrás de aquel Bernardino
-hombre de garra y coraje-
que’n su gran chata, de viaje
diba, como un peregrino.

Salí… con mucha tristura
y algo de miedo también,
y aqueya noche ricién
vide al cielo… su negrura;
dispués, como quien procura
acomodar la osamenta
pa’l lao en que’l sol calienta
busqué ubicar mi postura.

Diba de caballerizo,
que’ra el paisano aplicao
pa’ los pingos, y el cuidao
que les daba, era preciso.
¡Cuántas enseñanzas m’hizo
que guardé pa’ mi provecho!
Qué si el hombre’ra derecho
su palabra: ¡un compromiso!

El cencerro sonador
me trái ricuerdos lejanos
de poblaciones, paisanos
y estancias de lo mejor.
Años dispués, con dolor
se’nfermó don Bernardino
y en un pueblo del camino
se afincó, por un dotor.

Un tiempo lo acompañé
pero mi gusto andariego
de adentro era como un fuego
y entonces… se lo conté;
“-Muente…” me dijo, y monté
con la güeya por delante
aviao de pingos de aguante
que con pacencia junté.

Y otra vez sobre’l sendero
de un permanente rumbiar
libre solté mi silbar
junto al canto cencerrero;
y hoy, su sonido campero
me trái ricuerdos de antaño…
¡Ta que suma año tras año…!
¡Vidita… cuánto te quiero!

Oficio que haga a la güeya
siempre me tuvo apuntao.
Nunca en un punto m’he atao
que’l afincarme me meya.
Tal habrá sido la estreya
que alumbró cuando nací…
¡Si siempre he vivido ansí
no hago al destino quereya!

Canta el cencerro armonías
y los ricuerdos entabla
que andan pidiéndole’l habla
a las tiocas rimas mías;
y porque’stibo alegrías
andando de pago en pago,
pienso: ¡si a quedarme amago
sé que se amainan mis días!
(22/11/1997)

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