miércoles, 22 de diciembre de 2021

COMO EL CENCERRO

 Tañe’l cencerro y al son

de su canto melodioso

vibra el bronce, de alborozo

viendo el campo en su estensión;

es el cencerro, emoción

que a más d’entablar mis pingos

entropiya sin distingos

mis más camperas cuestiones

que a veces, se hacen canciones

pa’l fogón de los domingos.

 

A la fiel madrina overa

-que’s vistosa y obediente-

me acoyaro mesmamente

que’l “ciervo” a la cogotera;

con eya, yendo p’ajuera,

al pago más alejao

hemos ido ante’l mandao

de un trabajo sin encierro,

siendo el tañir del cencerro

un rumbo en lo descampao.

             

Y anque pueda que un cabayo

le haiga cambiao al entable,

al cencerro, inseparable

de la “overita”, lo hayo.

Y si lo dicho detayo

es que una güelta, apretao,

de una yunta, acongojao

me desprendí con gran pena

… cuando enfermó mi Azucena

y l’atendí en el poblao.

 

De andar tanto, es que aseguro:

¡tengo un amigo de fierro

en el sonar del cencerro

que se me hace claro y puro!

Por eso, siempre procuro

-sin que me apoque ni asonce-

hablar prudente, y entonces

decir fiel, a mi mandao:

¡quiera Dios que lo qu’he hablao

tenga el tañido del bronce!

                                 (28/02/1995) 

CON EL REDOMÓN DE TIRO

 Ensiyé al amanecer

cuando la fresca es suspiro

¡y ya me largué a rumbiar

con el redomón de tiro!

 

Tal cual lo había carculao

temprano voltié del cuero,

y charquié un cuarto’e cordeo

cosa de no andar venao;

alcé las pilcha’el recao

porque’s güeno , a mi entender,

antes que’l sol se haga ver

ganarle al calor, la punta,

y embozalando unan yunta

ensiyé al amanecer.

 

Y ya salí, si señor!

como quien va sin apuro

¡que’n güen pingo me aventuro

hasta en la güeya más pior!

Es animal superior

éste que’nsiyé, y almiro:

seguro si el lazo tiro,

pronto en cuestión de boliar,

¡y goloso en galopiar

cuando la fresca es suspiro.

 

Y dejando atrás las casa’

me hago de la güeya a un lao

y costiando el alambrao

siento que’l campo me abraza.

Una bandurria, alto pasa

en formación al volar;

yo, con mi perro a la par

y el redomón cabrestiando,

pito un negro, cavilando…

¡y ya me largué a rumbiar!

 

Varias leguas por delante

me separa del destino,

mas se hace corto el camino

cuando uno viaja anhelante.

Las orejas, espetante,

para mi pingo y yo miro,

campo y más campo respiro

con su silvestre fragancia,

mientras acorto distancia

¡con el redomón de tiro!

                     (19/02/1988)