miércoles, 17 de marzo de 2010

COMO ANIYO AL DEDO

¡Ta’ que’stampa, el colorao!
-cabos negros, pa’ más datos-.
Tendrá que ser medio gato
pa’ que darse enhorquetao.
Se arrimó el crioyo cayao
midiéndolo oservador...
muestra el bagual un temblor
al sacudir la verija,
y el bocao le hace sortija
en la boca, el domador.

El mozo pa’ jinetiar
hizo vincha de un pañuelo
y se ciño juerte’l pelo
¡no le vaya a molestar!;
áhi nomás se jue a calzar
las espuelas al garrón,
se deshizo del facón
y sobre’l pucho le daba,
al brazo que arremangaba
mayor libertá de ación.
Ligero el hombre al montar.
Livianón en el estribo.
Sereno..., de gesto altivo
y seguro pa’ enriendar;
se había esmerao al cinchar
el recao corto, surero,
y estribó bien, de pie’ntero
en los estribos de argoya,
juerza y destreza ayí apoya
pa’ encarar el entrevero.

Juerte gritó al largador
que al campo se “lo hagan cancha”,
que l’iba hacer la pata’ncha
a ese mentao bajador.
¡Qué salida, vea señor
como bomba ‘e romería!
A güeltas se debatía
porfiando pa’l lao del lazo,
y tras sonar un lazaso
querer volar parecía.

Unas babas como fleco
al colorao le colgaron
y sus patas se afirmaron
pa’ dar un cimbrón en seco;
l’hizo flamiar el chaleco
que yevaba dispriendido
pero iba el hombre tendido
firme como garrapata,
con esa presencia innata
que hace al crioyo distinguido.

Le jue “como aniyo al dedo”
el jinete, al muy mentao,
que cuasi quedó envarao
como temblando de miedo.
Puso el paisano denuedo
Pa’ poderlo doblegar
y ni siquiera a la par
necesitó de ladero,
al viejo dicharachero
que lo salió a’padrinar.
                                  (04/07/1979)

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