lunes, 21 de enero de 2013

ATARDECER


Canta un chingolo posao
sobre verde cina-cina,
al tiempo que’l sol se inclina
a un horizonte rosao;
sombras de un monte enlutao
l’oscurecen ridepente,
mientras muy tímidamente
al borrarse del paisaje,
mira’traves del ramaje
haciendo un guiño doliente.

La brisa, fresca y serena
que ha comenzao a soplar,
de pasada va’pechar
de un sausal, cáida melena.
Por la laguna resuena
el grito que un chajá entona;
un tero, se’n valentona
pa’ disimular el nido,
y va en un quieto volido
una lechuza yorona.

Varios potros retozando
lo hacen tronar al potrero,
y en una loma, un overo,
disconfiao, está oservando;
da un relincho y disparando
va a los otros alcanzar,
molesta en su retozar
a varias vacas echadas,
que a causa’e la’tropeyada
se tuvieron que parar.

Se ven pájaros cruzar
que pa’ los montes rumbean,
a los árboles campean
pa’ayí la noche pasar;
yegan, cantan… y el trinar
que de sus pico’ha nacido
parece como’frecido
en un homenaje al sol,
que ha teñido de  arrebol
al campo cuasi dormido.

Con el frescor que le ofrenda
este nuevo atardecer
un resero, hace mover
con lentitú, a la hacienda.
Un poncho bayo es la prenda
qu’echó a la grupa’el recao,
porque’l viaje que ha’cetao
no es p’hacerlo a dos tirones,
y pa’él, no hay ocasiones
de andar desacomodao.

Cuando el sol ya derrotao
no briya más en el cielo,
un cantar -que’s un desvelo-
los griyos han entonao.
Tuito el cielo se ha estreyao
pa’ que lo cruce la luna,
la que tiene la fortuna
enorme, de plata un disco,
y a la que’l sol, por arisco,
entre sus brazos no acuna.
                                          (07/05/1970)

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