martes, 22 de abril de 2025

DE GÜELTA

Una hilera de ucalitos

amojona mi camino

y de las aves, el trino,

se hace entrevero de gritos.

El sol, sus rayos marchitos

los tiende como una alfombra;

se hace alargada la sombra

que me cabrestea de atrás,

y a la que uno quiere más

cuasi entre labios la nombra.

 

Hace sonar los oyares

el zaino que viene entero

y al lao del lazo, el overo,

le hociquea en los hijares.

Suelta a ratos sus cantares

en la argoya’e la asidera,

la yave torniquetera

-california servicial-

mientras se hace federal

el sol que hunde su clinera.

 

Quiere’l tiempo refrescar

y pa’ evitar cosas malas,

me tercio el poncho de apala

sobre la espalda’l andar.

Me queda al lao de montar

al dir andando en la güeya

el puesto’e Lauro Centeya

de la estancia “Los Baguales”,

mientras briyan como riales

en el cielo las estreyas.

 

Un cuzco torea a lo lejos

anticipando mi arribo,

y cada pie, en su estribo,

grita’l talón sus reflejos.

Se fruncen los entrecejos

queriendo ver en lo’scuro,

y uno se olvida lo duro

del camino y la distancia

¡porque malicia con ansia

el rancho y su amor más puro!

                                  (03/05/1983)

 Versos de Carlos Raúl Risso E.-

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