“Hay que seguir
pa’delante
-murmuró
Sisto Contrera-
que la mano
venga fiera
no va’meyarme’l
aguante;
no hay cáido que
no levante
ni airoso que no
se caiga
como que’s
difícil que haiga
un lazo que no
se corte
¡ni razón que
más me importe
que la que al
suelo me arraiga!
Que como crioyo
he nacido
y he pisao la
tierra en pata,
de adentro se me
desata
hecho canto, un
alarido;
me siento al
suelo priendido
muy propiamente
enraizao,
orguyoso del
pasao
qu’heredé de mis
mayores
y educao en los
valores
que hacen a un hombre templao”.
que hacen a un hombre templao”.
Pasó
la mano al sombrero
como
revisando el ala,
y
la requintó con gala
en
un gesto muy campero,
sacó
un negro, y el yesquero
al
pronto, apuró la brasa,
dio
una pitada machaza
y
se acarició el bigote,
abrió
los ojos grandote’
y
sentenció, por su raza:
“Hoy, argentino
es cualquiera
pero no
cualquiera es crioyo,
(que no ha de
ser cualquier poyo
gayó, pa’ndar en
gayera),
hoy se innora la
bandera
cuasi… ni caso
se le hace,
ya no es Patria,
ande se nace
-¡si cualquier
lao da lo mismo!-,
y escasea el
patriotismo
porque ya no hay quien lo abrace.
porque ya no hay quien lo abrace.
Los heroe’
durmiendo están,
y naide a
espiarlo’se asoma
y naide’l
ejemplo toma
por lo que
dieron y dan.
A mí no me
quebrarán
estos tiempos
confundidos,
tengo alerta los
sentidos
pa’ rumbiar en
la tormenta
¡que si el lazo
se revienta
lo ingeriré sin
cumplidos!”
Tiró
a las brasas el pucho
con
la última pitada,
tendió
lejos la mirada
y
se guardó algún cartucho…
(porque’l
que ha vivido mucho
de
fijo aprendió a guardar).
Dentra
el silencio a tayar
mientras
contemplo a Don Sisto
y
pienso: ¡Me alumbre Cristo
la
güeya que debo andar!
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