Cái la
yuvia acompasada
sobre estos
campos de Dios,
y el
murmuyo de su voz
enternece
la mirada,
que ansí
recorre pausada
la extensión
que va cambiando,
pa’
entonces ir divisando
ansí…
silenciosamente…
los mil
secretos vivientes
del suelo
que estoy pisando.
Solo yega
hasta mi oido
de las gota’el
malambiar,
en las
chapas al golpiar
sobre mi
rancho dormido;
no se oye
ningún ladrido
tuito en
silencio ha quedao,
hasta los
tero’ han cayao
al igual
que los chajá’,
y solo “don
sapo” está
cantando
desentonao.
Un perrito
acurrucao
que’staba
bajo el alero,
va gimiendo
lastimero
ha echarse
sobre’l recao;
la luna no
se ha’somao
pa’evitar
la mojadura,
y la
hacienda en la negrura
ayá sobre’l
albardón,
le da el
anca al chaparrón
bendición
de la yanura.
El nochero
reparao
tras una
fila’e’ucalito’,
vino a
quedarse quietito
con el
cogote estirao,
las oreja’ha’gachao
mientras le
lava su pelo
el agua,
que sin recelo
forma
charcos sin apuro,
y es una
mancha en lo’scuro
bajo un
renegrido cielo.
La yuvia
cuasi paró
cuando
dentraba a clariar,
y alguien
que’stá por matiar
el fuego ya
preparó,
mientras
que afuera entonó
su melodía
el hornero,
los piones
y algún boyero
se alistan
pa’ trabajar
preparaos
pa’ chapaliar
los charcos
del aguacero.
(09/05/1970)
No hay comentarios:
Publicar un comentario