El
indio se me ha encrespao.
La
sangre que se alborota
dentro’e
las venas rebota
como
malón endiablao:
“¡Cuidao -me dice- cuidao!
-una
voz en la concencia-
asujete y con prudencia
búsquelé al palo la comba
que atuando como una tromba
prevalece la imprudencia.”
Algo
me yama a sosiego,
al
cuete avivar las brasa’
pero
más de una vez pasa
que’ncandilao
uno es ciego.
A
ser manso tengo apego
pero
eso no es ser cobarde,
no
hay que’sperar que sea tarde
pa’
tomar la decisión,
que
hay que’nriendarlo cortón
al
potro que nos aguarde.
Pero
se me apotra el indio
p’hacer
pata’ncha altanero
porque’l
que pega primero
se
anota el segundo chirlo;
pero
hay algo -hay que decirlo-
que’stá
invitando a pensar,
a
conversar, tolerar
pa’
convivir de güen modo
que
hay buscarle acomodo
a
la vida a transitar.
M’hizo
calentar, es cierto,
no
me va echar por delante,
y
el indio, que no es de aguante
copó
la banca dispierto.
Pero
al primer desconcierto
lo
paletió la cordura
que
si uno vivir procura
se
dice: como Diós manda,
hasta
el más duro se ablanda,
…pero
al insulto conjura!
La
Plata, 3 de noviembre de 2004
Carlos Raúl Risso E.-
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