Viá
ensiyar un decimal
de’sos
que cáin a la’guada
y
a los que la se’ atrasada
les
resulta al fin, fatal;
dispués
que lo eche al corral
de
mis renglones dispersos
y
le quite con ejuerzos
las
cosquiyas naturales,
por
güeyas y por guadales
saldré
a tranquiar con mis versos.
Porque
cuando rienda den
y
no tiemblen ni se’spanten
haré
de que se adelanten
buscando
se’ntablen bien;
no
será en un santiamén
porque
payador no soy,
pero
con pacencia estoy
muy
confiao en que podré
(anque
ya no tengan se’),
dir
con eyos pa’nde voy.
Porque
voy, por esa güeya
que
cuasi tapa el olvido,
tiempos
de’se hombre curtido
que
del ayer atropeya:
gaucho
de la historia aqueya
de
la vieja estancia crioya,
cuando
el pingo era una joya
más
preciada que los riales
¡si
lidiando entre animales
su
vida se desarroya!
Tiempo
en el que la moneda
tenía
su espresión mejor
salpicando
un tirador
como
si nada suceda;
¿comprar?,
¿vender?... esa rueda
no
hacía girar aquel hombre,
y
anque hoy a muchos asombre
más
de un suceso confirma
que
su palabra era firma
anque
no escribiera el nombre.
Me
lo han tildao de haragán,
de
desganao y de ocioso,
pero
pa’ mi, de vicioso
ansí
opinó más de un truhán;
suele
ser que’l charlatán
gana
un lugar de opinión
sin
hacer composición
de
tiempo y aquel lugar,
afanoso
por copiar
de
otra cevelización.
Aquel
andar de a cabayo
bajo
el cielo, noche y día
entre’sa
hacienda bravía
…no
era cosechar zapayo!
Aquel
tiempo que detayo
con
campos como una mar
ande
pa’ poder poblar
¡había
que ser muy baquiano!
y
además de tener mano:
“saberse
desempeñar”.
Sin
ranchos ni poblaciones,
sin
carros y sin carreta,
tan
solo la brasa inquieta
siempre
viva en los fogones.
¡Qué
temple! ¡Qué condiciones!
había
que tener seguro,
pues
siempre estaba el apuro
cruel,
de alguna desbandada,
o
la sorpresa’e la indiada
con
el malón por conjuro.
¿Qué
estranjis capaz habría
pa’
tremenda corajiada?
Yo
opino, que’n la voltiada
tan
solo alguno cairía?
¿Haragán
que no tenía
apego
por el trabajo?
cuando
eso escucho, ¡barajo!
se
me añuda el triperío,
¡si
jué su ímpetu bravío
el
que al fin, progreso trajo!
No quiso ser zanjiador
ni nunca lo atrajo el surco
y no anduvo como el turco
mercachifle vendedor;
él demostró su valor
en rigurosa jornada
o en impensable tropiada
sin permitirse un desmayo…
siempre, eso sí ¡de a cabayo!
y con tropiya entablada.
Como sé bien lo que quiero
y pa’nde voy tengo claro:
¡mi rima es techo y amparo
pa’quel hombre tan campero!
Y saliendo pa’l potrero
con el verso sancochao,
si a lo gaucho l’he cantao
seguro, firme, costante,
será qu’heredé endenantes
no vivir acobardao.
¡Gran siete… me relinchó!
¡Me conoce… me risponde!
No dá el anca ni se’sconde
bien de frente se mostró.
Lo embozalo… ¡ni mosquió!
y ya lo dentro a ensiyar,
y al momento de’stribar
cuando el peso solivianto,
pienso pa’ mí: -¡Listo el canto,
aura… que salga a tranquiar!
(18/06/1998)
Versos de Carlos Raúl Risso
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