En homenaje a los que saben ensiyar
Cuando
hablo de tradición
hablo
del suelo porteño:
¡provincia
de mis ensueños,
de
mi empeño y mi ilusión!
Los
pagos gauchos que al son
de
imaginario cencerro
como
marcao’ por el fierro
que
gaucho te identifica,
nos
entabla y nos ubica
en
tiempos de Martín Fierro.
En
el arreglo del pingo
y
en las pilchas, el cuidao,
queda’l
punto retratao
‘un
algo’, que bien distingo.
Tal
es así, que hasta el gringo
que
a lo crioyo se arrimó,
se’mpilcha
bien, cómo no!
y
ensiya atento al detaye.
Difícil
entonces se haye
un
difrazao de ucasión.
En
la siya o el recao,
las
priendas bien repartidas
como
si jueran medidas:
¡iguales
de los dos lao!
Los
estribos, destacao’
quedan
luciendo su apoyo
y
los cojiniyos crioyos
-cubiertos
con sobrepuesto-
recortao
por un maestro
cubren
del lazo, algún royo.
¿Y
en los pingos? ¡Flor de boca!
saca
el domador porteño,
con
la doma crioya; ingenio
que
atrás, cuatro siglo’evoca.
No
se vengan en maloca
los
de ‘la modernidá’,
que’n
nosotros viva está
la
doma gaucha de ayer
que
ha dao pingos de no creer
pa’
cualquier necesidá.
La
pelada’e las raniya’,
el
arreglo de la cola,
el
tuse una línea sola…
y
es que la tijera briya!;
se
afeita la carretiya,
se’mprolijan
las oreja’;
vistoso
al flete se deja
pa’lmiración
del curioso
y
es tradición que haya mozo’
ande’l
pasao se refleja.
¿Qué
te viá hablar, tradición,
vos
que cuerpias los desaires?
¡Provincia
de Buenos Aires:
soy
de tus güevo un pichón!
Sigo
a tu badajo el son
que’s
siempre nota oportuna;
algunos,
pa’ su fortuna
quieren
imitarte el tranco…
pero
yo, que te soy franco
digo:
¡Cómo vos, ninguna!
(20/01/2024)
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