Sobre una treve petiza
se
recorta la figura
de
una pava que’stá oscura
porque’l
tizne la tapiza;
una
brasa se eterniza
en
tímido parpadeo;
el
cielo se pone feo
por
un nubarrón que avanza,
en
eso que oír se alcanza
de
un cencerro el tintineo.
La
quietú gana las casa’,
los
corrales, los galpones,
y
hasta en el rancho’e los piones
el
silencio s’entrelaza;
aletea
una torcaza
que
se acomoda en la rama,
mientras
la luna derrama
su
última luz de seda,
porque’l
nubarrón la enrieda
en
l’oscuro de su trama.
De
la puerta en l‘abertura
parao, entre la penumbra,
veo el latigazo que alumbra
de un rejucilo en la altura.
Me güelvo y la cebadura
un poco al mate compongo
y en eso que me dispongo
a revivir unas brasas,
cáin unas gotas machazas
y un trueno suelta el rezongo.
Con el fogón ya dispuesto
pa’ tener agua caliente
yo acomodo mi priesente
en un banquito modesto;
sigue’l agua y por supuesto
siembra de charcos el suelo,
a la par que trái consuelo
pa’ la falta de mi sueño,
que’n conseguir no m’empeño
por meditar… mi desvelo.
(8/03/1982)
Versos de Carlos Raúl Risso
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