Quiso clariar oportuno
el sol, y amagó un desvelo
pero, desafiante’l cielo
se iba poniendo lobuno,
bramó lejos un “toruno”
como avisando ‘ya yego’,
y un latigazo de fuego
abrió rumbos con usura
en la pasmosa negrura
qu’invitaba’lzar un ruego.
Un santiamén se’mpochó
todito oscuro tapao
y un pampero desbocao
al rancho lo paletió,
la’cacia se sacudió
como en pecao sorprendida
y al ombú, en la’rremetida
le tocó perder un gajo,
mientras flamiaba a destajo
el sauce de la bebida.
¡Qu’encerao ni matra gruesa!
Se desató un aguacero
como pa’ cribarle’l cuero
al bicho de más guapeza;
cada gota con dureza
golpiaba haciendo un hoyito,
no se’scuchaba ni un grito,
solo... la yuvia y el viento...
Como el yanto de un lamento
bajando del infinito.
A gatas se podía ver
entre’l chaparrón tupido,
cayó el viento su soplido
y se serenó el yover,
sin tronar (que pa’ mi ver
quemó el último cartucho)
como pa’ darle muy mucho
se acomodó la tormenta
y ya sentí en la osamenta
las coyunturas con chucho.
Tantos golpes y tirones
el cuerpo nos ha’guantao
que ande’l tiempo anda cargao
le afloran esas cuestiones;
pero hay que’ntender razones
y si es el tiempo quien manda,
el que sin palenque ablanda,
que nos amansa y nos prueba...
...que yueva nomás... que yueva...
La vida... no
se desanda.
(02/05/2007)
Carlos Raúl
Risso
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