Cuando
yega la oración
anunciando
el fin del día
cobra
el monte algarabía
de
pájaros en montón.
Mientras
trinan su canción,
en
la cocina, los piones,
novedades
a montones
-resabios
de su labor-
del
fogón en derredor
comentan
las situaciones.
Va
recorriendo las manos
el
mate que’ntona el pecho
y
que deja satisfecho
el
garguero’e los paisanos;
también
de un chifle, baquianos
le
hacen el gasto a la caña,
mientras
un crioyo se amaña
pa’
sacarle a un encordao
un
estilo, que’nancao
va
a la voz que lo acompaña.
Dispués
del estilo: un gato,
un
triste y una milonga
y
al asunto lo prolonga
un
viejo con un relato.
Cosas
que vivió hace rato
-asigún
él mesmo esplica-,
historia
que se salpica
con
brillazón de “luz mala”,
que
hondo en el gauchaje cala
y
al ansia de saber, pica.
Queda
en silencio la rueda
cuando
se acaba el relato
hasta
que uno muy sensato
su
conclusión desenrieda;
pero
antes que’l hombre pueda
poner
en claro el asunto,
el
asador pone’l punto
al
decir entusiasmao:
“-¡Muchachos,
ya está el asao,
dejen
en paz al dijunto!”
La
tensión se güelve risa
y
hambre pa’ saciar, también,
y
al istante tuitos ven
como
el asao los hechiza.
Tizones
en la ceniza
mantienen
el frío alejao,
y
ya un pioncito a’tracao
unos
pedazos de leña,
que
son del fogón la seña
pa’
que’l clima esté templao.
Güeno,
de a poco la cosa
s’hizo
quietú en el paraje
y
sin apuro, el gauchaje
tendió
cama y ya reposa.
En
un cencerro retoza
la
melodía de un barajo…
Hoy
hubo yerra a destajo
dende
hora muy temprana,
la
que seguirá mañana
con
diversión y trabajo.
(18/06/1977)
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