miércoles, 6 de noviembre de 2013

DEL CAMINO

¡Ta que’s lindo galopiar
libre, siguiendo el camino!
con un chiflido por trino
que a poco se hace cantar;
y más si hay un escarciar
del pingo pidiendo rienda
como diciendo que atienda
a su istinto de animal,
mientras que’l camino rial
-lejos- se angosta y es senda.

Tiendo la vista adelante
y el camino, manso y quieto,
me va diciendo -interpreto-
de que lo siga campante.
Por áhi se’sconde, ondulante,
o se agacha’tras de un monte,
o se cuelga’l horizonte
pa’ que lo pierda de vista…
mas, ande’n buscarlo insista
reaparece’n un apronte.

Y ese camino que asoma
como quieto y silencioso,
está yeno de alborozo
dende’l bajo hasta la loma:
tiene arruyos de paloma
en cina-cinas y talas,
rumor de haciendas bagualas
de mil tropas que han pasao,
y el chirriar seco y cansao
que’n las carretas se istala.

Hay retintín de cencerros
de tropiyas andadoras
y atropeyadas sonoras
junto a ladridos de perros;
cantos de griyos de fierros
que dejó alguna coscoja,
y hasta escuchar se me antoja
el rodar de una galera
con la corneta campera
que un seco sonido arroja.

¡Cuántas voces, el camino,
resguarda como un tesoro!:
“¡juera!, ¡tropa!, ¡güeya toro!”,
o un silbido largo y fino;
guarda el repique genuino
del galope, en el verano,
y el chapaleo en el pantano
que’l invierno hace’n el bajo,
como que guarda, barajo
charlas de un rial bien paisano.

Mas yo sigo por la güeya
atento al silencio que habla
mientras la sesera entabla
los rumores que hay en eya.
Y dispuesto a echar la peya
bien montao y con güen tino,
voy a seguir el camino
seguro qu’he de yegar
pande me quiera yevar
el rumbo de mi destino.
                                     (20/03/1994)

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