1
Conocí
un viejito hace años
en
“los pagos de la costa”;
pa’
comer como langosta
a
pesar de su tamaño.
Su
rancho era un nido estraño
de
paja, ramas y barro;
lo
acompañaba un catarro
que
a veces cuasi lo augaba,
y
aunque cansao lo dejaba
sobre’l
pucho iba un cigarro.
2
Ya
la vida con su peso
le
había encorbao la postura
y
diría que su figura
hacía
un justo contrapeso:
de
sentadera era grueso,
de
adelante, barrigón;
andaba
al tranco lerdón
porque
nunca tenía apuro,
y
era pa’ ver en l’oscuro
lo
mesmo que un lechuzón.
3
Las
cejan le hacían ramada
a
ojos chiquitos y huraños,
y
usaba de muchos años
una
barba enmarañada.
Tenía
la cara cruzada
por
los surcos de la vida;
la
nariz grande y torcida
con
el pelaje algo moro,
que
a un sombre ‘güevo’e toro’
daba
en la nuca cabida.
4
La
camisa parecía
por
las manchas, que’ra overa,
lo
mesmo la corralera
que
de chica ni prendía,
agatas
si le cubría
un
poco abajo del codo,
y
yevaba’l viejo modo
doblao
en punta hacia atrás,
un
pañuelo bataraz
¡lo
más arrugao de todo!
5
La
faja abajo’e la panza
le
cinchaba la bombacha,
y
era un lujo pa’ su facha
ver
que a la más crioya usanza
la
rastra que cáiba mansa
con
dos cadenitas sueltas,
lejos,
era en la regüelta
estampa
tan descuidada,
la
cosa más apreciada
sin
andar con muchas güeltas.
6
Su
presencia era cortona
(pa’
no yamarlo petizo),
y el
tener panza le hizo
la
figura retacona.
La
bombacha de cambrona
-viejaza,
muy sucia y rota-,
le
cáiba sobre la bota
-ya
de tan chueca, sin taco-
y calzaba
por macaco
una
cuchiya grandota.
7
De
limpieza ni que hablar
porque
al agua le arisquiaba
y
solo si lo mojaba
alguna
yuvia al pasar.
Su
jedentina sin par
no
hay forma que la relate,
le
hacía como chocolate
el
cueyo con el sudor…
Al
agua, su gran temor,
solo
la tomaba en mate.
8
Sabía
prienderse a la bota
como
mamón a la teta
y
si chupaba de jeta
su
angurria daba la nota;
si
por áhi alguna gota
del
licor se le chorriaba
con
la lengua la juntaba
mientras
que se relamía,
y
la panza se aplaudía
de
satisfecho que’staba.
9
Pegote
pa’ las mujeres
como
mosca pa’l pastel
las
encaraba sin yel
sin
pedir los pareceres.
Era
en esos menesteres
decedido
y con jortuna,
siempre
conseguía alguna
tanto
joven como vieja,
y
pa’ su rancho “en pareja”
golvía
a la luz de la luna.
10
Poco
afeto a trabajar
pa’
sustentarse’n la vida,
nunca
andaba sin comida
porque’ra
hábil “pa’ cazar”.
Claro
que como al pasar
a
veces “cazaba” ajenos…
pero
él decía muy sereno
que
le apartaban las reses
pa’
que pedir, no tuviese,
porque’ran
vecinos güenos.
11
Más
ayá de la bondá
de
aqueyos supuestos hombres,
tuvo
más de un lío sin nombre
hasta
con l’autoridá,
porque
a decir la verdá
el
día que no carniaba,
en
alguna trampa’ndaba
o
hacía gresca en el boliche
con
más vino que un trapiche
porque
lindo se mamaba.
12
Amigo
de las cuadreras
siempre
cuidó algún cabayo:
supe
conocerle un bayo
que
ganó varias carreras;
nunca
se sabía endeveras
cuando
estaba pa’ ganar,
porque
atrás lo solía echar
cuando
menos se’speraba,
pero
él, en grande embolsaba
mandando
al otro a jugar.
13
No
le conocí un pariente
ni
supe ande había nacido;
ni
tampoco su apeyido
y
solo tengo presente
que
lo yamaba la gente
Don
Serapio… joso, El Viejo,
y en
verdá que ya era añejo
anque
no por eso güeno…
¡Si
era más pior que veneno
y’indigesto
como hoyejo!
14
Pa’
ensiyar tenía un petiso
doradiyo
y mansejón
peludo
igual que’l patrón,
clinudo
y de cola’l piso.
Se
me hace que lo diviso
en
apariencias iguales,
costiando
los pajonales
al
tranco lerdo y seguro
siempre
pensando, de juro,
como
agenciarse unos riales.
15
Viviendo
entre lagartijas
me
dijieron que murió
pero
tuito dudo yo
de’se
viejo sabandija.
Nadie
apretó las clavijas
al
anciano de quien hablo,
y
esta rilación que’ntablo
endispués
de tantos años,
la
cierro y no sería estraño
que’l
viejo, ¡sea el mesmo diablo!
(02/03/1980)
No hay comentarios:
Publicar un comentario