Había que verlo a mi amigo
cuando en cualisquier riunión
preludiaba un diapasón
dándole a un malambo abrigo:
¡se redetía el que les digo
por mostrar su condición!
Me aventajaba en edá
por unos... cuantos abriles,
y jueron, pa’ mí, candiles
sus consejos, en verdá,
que’l aprendió –claro está-
de la vida sus ardiles.
Y en rialidá que’ra el hombre
pa’ las tabas ¡más que diablo!
Por él, un ricuerdo entablo
-anque su mención me asombre-
y les anoticio el nombre
de aquel paisano: Don Pablo.
Habilidoso sin cuento;
suave...cuasi delicao
dentrando a un escobiyao
sin el menor aspamento,
y ser ridepente un viento
que se suelta endemoniao.
Los pliegues del chiripá
sus requiebros resaltaban,
a ucasiones se hamacaban
por causa ‘e su agilidá
y en muestra ‘e serenidá
sus ojos se’ntrecerraban.
¡Ta que paisano goloso
pa’ trenzar un zapatiao!
Pa’ las posturas, variao,
delicao y habilidoso;
¡tanto paso trabajoso
a más de uno habría maniao!
Y su natural presencia
-sin pose ni acomodada-
viene aura a mí, reflejada
enancada a su esistencia
¡y le hago una reverencia
de postura escobiyada!
(30/04/1986)
viernes, 28 de octubre de 2011
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